El sexo ha estado siempre en el centro de diversas culturas, es ese tema que a unos inspira “vergüenza” y a otros por el contrario, curiosidad y malicia. Sea cual sea la concepción que se tiene en torno al sexo, es innegable que actualmente se ha alcanzado un alto grado de libertad y ya no se juzga de una manera tan dura a quien lo practica abiertamente sin estar casado, como es el ideal en la religión católica, por ejemplo.

 

El sexo ha sido el gran tema en toda la evolución del ser humano, anteriormente cuando la mujer se comportaba como un ser sumiso, debía aguantar que el “macho” de la casa tuviera cuantas aventuras quisiera y literalmente dejara hijos regados por el mundo, pero ella no podía actuar de la misma manera, no era aceptado ante la sociedad, ella debía mantener su imagen intachable de mujer íntegra, fiel y pura; todo esto ha cambiado en la modernidad donde la mujer ha decidido cambiar su papel, y en la mayoría de los casos tomar el control de su vida sexual, decidir si quiere tener sexo con cincuenta hombres o por el contrario, llegar virgen al matrimonio.

 

Todo esto ha traído en la sociedad, la necesidad de aceptar lo que antes se consideraba abominable, como es el caso del homosexualismo, lesbianismo y las prácticas que esto conlleva. Ha sido un gran cambio en la forma de organización de la sociedad el entender que existen relaciones entre hombres y entre mujeres, que siempre han existido pero ahora la diferencia se basa en hacerlo público, ya no es necesario mantener una relación clandestina, ahora existe esa anhelada libertad que permite llevar una vida de acuerdo a parámetros propios y si es con alguien del mismo género, ya no existe el temor a ser juzgado.